Tuesday, May 15, 2007

Tango en tres etapas

1983, caracas.
Con decada y media de vida en mi calendario personal, me creo intelectual por saber silbar Scherezade y contemporaneo por disfrutar a Michael Jackson (Billie Jean si, Thriller no, tampoco todo). Un disco llega a casa, recien llegado del sur. Suena “Buenos Aires, hora cero”, de Astor Piazzola en “Mephisto”. No entiendo porque los acordes resuenan en algun espacio intimo, hasta entonces ignorado. Como entender esta nostalgia, yo que no he vivido en Buenos Aires mas que ocho anhos? Parece que el tango, o el tango nuevo, es parte de una identidad argentina mia real, aun cuando viva en venezuela y no me guste Gardel. La nostalgia de lo que no se conoce, una tristeza sin razones, acordes que no necesitan de historia para ser propios. Quizas esto sea el ser inmmigrante: anhorar lo que, de hecho, no se conoce y nunca se ha tenido.

1999, basel.
Mi primer matrimonio ha fracasado y mi naciente carrera cientifica va por el mismo camino. Desde buenos aires via caracas me llega un cd de Adriana Varela, “maquillaje”. “Lastima grande que no sea verdad tanta belleza” dice una voz rajada por dudas y certezas. La genialidad de Piazzola no esta presente,mucho menos el acero simple de Borges. No es la musica y tampoco es la letra. Pero la empatia. La identificacion con el fracaso y el enganho, experiencia tan compartida y tan privada. Yo, que pontifico al rechazar el arte facil, no disfruto ni de boleros ni de Borsatos. Y sin embargo el tango, con tanto cliche de depresion y machismo, de rimas faciles y acordes sencillos. Quizas esto tambien sea parte de mi mismo, el enfrentar, final y sencillamente, el fracaso. Y digamoslo de una vez, el migrante es un fracasado, al menos cuando parte. Aquellos que migramos sabemos que no hemos sabido hacer lo que queriamos donde nacimos, y nos vamos. A empezar de nuevo, o simplemente a huir. En todo caso nos vamos y a veces, solo a veces, enfrentamos la derrota. En las horas entre noche y madrugada, en algun momento muerto de domingo, al acodo de la letra: “lastima grande que no sea verdad tanta belleza“ No es casualidad que el tango mas conocido sea ese “volver”, de aquel que se quiere redimir veinte anhos mas tarde.

2007, utrecht.
Vuelvo de la biblioteca y oigo una banda de jazz local que se ha decidido a hacer tango a la piazzola. Nada mal, pero tampoco nada extraordinario, Oigo y oigo, aburrido hasta que la vocalista empieza a cantar milongas con acento belga, saco el cd casi con rabia. Me digo que es un crimen cantar tango con semejante acento. Pero es el acento lo que me molesta? O es cierta alegria, cierta satisfaccion que se oye entre los versos de la cantante, o los solos del saxofonista? No se puede hacer tango contento, o satisfecho. Para chequearme pongo un cd del Cuarteto Cedron, sin rabia en ninguna de sus letras, sin revanchas, sin amores perdidos. Y sin embargo, tambien aqui el que canta esta enojado. “Vieja! esa es la luna que yira sobre la quinta del nhato” Como una simple descripcion de la luna se convierte en una queja, en reconocerse anhorante, frustrado, rabioso, en todo caso. El tango lleva la rabia amarga del inmmigrante, la misma manera de bajar los ojos sin sentirse derrotado, pero sabiendose perdedor, que usa mi amigo el turco que vive en holanda. El mismo cantar, o hablar, entre dientes, de medio lado. La misma rabia que ya no se sabe si es incomprension, o simple cansancio.

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